miércoles, 2 de diciembre de 2015

THE DUFF

Voy de nuevo por esos mismos pasillos, cada día los recuerdos quedan frescos en mí, literal... marcas en mi piel, cortadas, moretes o el maldito sudor frío en mi espalda. Suspiro al universo piedad, un día de vacaciones en la escuela, mis Papás me obligan a seguir caminando hasta mi salón de clases... y ahí están ellos... Otra vez soy el menú...
Ayer estaba viendo una Peli <<Creo que me inspiran>> llamada "The Duff" y caí en las palabras perfectas para esté post. Quiero hablar de una verdad ignorada por cada individuo que camina sobre este planeta. La apariencia es un prejuicio dominante en la sociedad por siglos. Los Negros, hace 200 años eran una bola de excremento para los blancos que veían de las familias de la burguesía y el poder, y por lo tanto, su apariencia diferente dio cabida a las amplias injusticias que tuvieron que soportar por siglos para ser libres. En Latinoamérica, aún sobreviven Tribus, Pueblos y Etnias prehispánicas, asentadas en estas tierras mucho antes de la colonización. Cada vez que en la escuela hablábamos de ellos, mis compañeros, algunos maestros y hasta los adultos hacían y siguen haciendo comentarios despectivos por su forma de vestirse o sus características genealógicas. Escuché varios comentarios e insultos llamándome "INDIO, MUNTUNO" y me ofendía. Ya años después cuando conocí su historia, su lucha, su cultura los vi como algo diferente... Los vi como Seres humanos como yo... imagínense que hasta puedo afirmar lo orgulloso que me sentiría de pertenecer a ellos.
En la escuela, lo acepto, yo era el más feo de todos. Tenía algunas compañeras y una de ellas era muy linda <<Dulce golpe de la vida: perdió su belleza>> pero lo lindo lo tenía afuera, pues era una bruja que me torturó por años. Nunca me golpeó ni me maltrató de manera física... no, nada de eso, su maltrato fue peor. Durante 4 años NADIE ME DIJO UNA SOLA PALABRA, OBVIAMENTE TAMPOCO JUGUÉ CON ALGUIEN. Según ella y su clan de víboras, yo era un moco o bicho raro al que nadie se debía acercar. Los años pasaron y al fin muy feliz me mudé dejando atrás esos feos recuerdos. Al llegar a mi nueva escuela en 4to, conocí a un protector... ese otro raro se convirtió en mi amigo y mi defensor. Varias veces golpeó por defenderme, con los insultos mientras yo callaba, él le sacaba la madre. Fue la primera persona en la que confíe.
Para no irme más lejos, nunca he sido un fenómeno de belleza entre los chicos de mi edad, las chicas siempre me rechazan y se dejan llevar la mayoría en prejuicios de apariencia. Por un tiempo eso me abrumó, hasta que me di cuenta que tenía algo mucho mejor que ser un Bombón de belleza. Puedo ser una persona dulce, puedo cultivar una personalidad y un ser amoroso, real, honesto, leal <<Sigo trabajando en eso>> y descubrí mi talento y mi zona de confort, mis letras.
The Duff <<Véanla es muy buena película>> me motivó a quejarme con la maldita mentalidad inepta de quienes siguen etiquetando a las personas por su físico. No solo es que la belleza se acabará, claro, pero sobre todo, no saben lo que se están perdiendo, cada uno de los que somos rechazados diariamente por no tener el rostro más sexi y hot de Facebook, y los pocos amigos que de verdad nos quieren <<y los que encontraron quien los ame>> pueden dar fe en lo que digo. Sobre la tierra caminan chicos y chicas muy hermosos <<Algunos sin cerebro, creo que es protección anti zombi>> y caminamos nosotros los de las pobres bondades físicas pero eso no nos hace diferentes, eso no nos hace especiales, no nos hace importantes, no nos da valor. Por favor, aunque la mayoría lo han escuchado muchas veces y les importa un bledo, a los que todavía no sacan su cerebro para protegerse de los zombis, veamos a todos por lo que son como persona y no por lo que llevan puesto, escuchémoslo por lo que dice y no por sus lindos ojos o su sonrisa perfecta, amemos no por su físico, sino porque nos demuestren ellos que nos aman y tienen un corazón que lo siente.


En fin, espero que hagamos un cambio contra la discriminación y el Bullyng <<ni idea de cómo pollitos se escribe>> ya hace un mes les debía post, y lo siento. Me robó mi tiempo e ideas los exámenes finales del Colegio. Pero ya estoy de vuelta, espero agarrar ritmo para cumplirles con post semanal. Les cuento que muy pronto terminaré mi primera novela. Tengo en planes publicarla pero si por las cosas de la vida no es lo suficientemente buena o importante para las editoriales, cuando sea oportuno, les dejaré un link para que puedan descargarla Gratis. Espero los que están fuera ya del colegio disfruten su libertad. Por favor lean. Si creen que hay un buen libro que debería leer pueden dejar su comentario acá abajo, si les gustó o tienen alguna experiencia que quieran compartir espero sus comentarios. Se les quiere queridos lectores. :-)
 

lunes, 9 de noviembre de 2015

UNA LÁGRIMA FRÍA


Era la última de las horas en que ella permanecía despierta hasta tarde. El insomnio la golpeaba todas las noches, después de su dosis diaria de café triplicada y suspendida en estos últimos días por el doctor. A su lado, Richard dormía profundamente y a pesar de eso, Julia no se sentía muy segura, tanto así que saltó en su sitio provocando un movimiento brusco en la cama.
Richard abrió los ojos preocupado y se inclinó sobre su lado izquierdo.
-         Julia, cariño -gritó exaltado.
Como pudo salió de las cobijas y corrió por el telefono. Regresó igualmente apresurado a la habitación, buscó la última jeringa en un cajón enorme de madera que colgaba de la pared, luego la llenó con un líquido amarillo y se lanzó de rodillas a un lado de Julia.
-         Dolerá solo un poco cariño –dijo mientras agitaba su brazo y clavaba la aguja en su brazo-  Verás que todo saldrá bien.
Julia permanecía inmóvil, sin darle una respuesta.
Los ojos cafés de Richard se llenaron de aflicción. Julia reaccionó apiadándose de la sumisión de su esposo y lo tomó de la mano. El problema no era que no queria hablar, de hecho, horas antes habían discutido acerca de quién iba a morir primero y de lo que harían en sus ausencias, pero en ese momento Julia no podía hablar. Su boca estaba reventando con sangre.
Llamaron a la puerta, Richard se levantó del suelo y volvió con los paramédicos a su lado. Ellos tomaron a Julia con mucho cuidado y salieron hacia el hospital.
-         ¡Señor, señor!  ¿Le suministro lepodova? –le preguntó un paramédico, acostumbrado a la rutina de calmar el dolor y detener la hemorragia. Richard asintió con un lento movimiento de cabeza.
Camino al hospital, la ambulancia bailaba con el sonido alocado de la sirena. Se movía de un lado a otro entre las avenidas desiertas de la noche.
Llegaron a las 12:37 am. Julia temblaba y su semblante mostraba un conciso esfuerzo por mantener el aliento, mientras los paramédicos hacían su mayor esfuerzo por no perderla. Su cuerpo estaba pálido, frío y con sismos desde el centro de control.
Richard estaba asustado. Por primera vez en su larga lucha contra el Parkinson, jamás había sentido como si realmente estaba a punto de perderla, hasta esa noche. No soltaba su mano. Se fue con ella a través de un largo pasillo que en la inmensidad de la luz se tornaba totalmente oscuro.
Al llegar a la sala de espera, Julia cerró los ojos.
-         ¡Aquí estaré contigo! ¡No te dejaré! –decía Richard, mientras rozaba por última vez la yema de sus dedos.
Permanecía en la sala. A su mente vinieron ráfagas de recuerdos. Richard, un hombre añejado con los años, medía menos de los 180 cms de su juventud, su piel de papel arrugado, vestía una chamarra café y unos pantalones azules de algodón de dormir. Su dolor y preocupación pasaron desapercibidos en la sala de espera que estaba llena de esposas llorando por los penes amputados de sus maridos, hombres y mujeres con vidas cancerígenas, víctimas de la gripe porcina y toda clase de mierdas hurta futuros. Richard lloraba en silencio. Metió su mano en la chamarra café y sacó un pequeño directorio. Buscó un nombre, por orden alfabético, y por fin se movió de la sala de espera en busca de un teléfono. Levantó su brazo izquierdo y se lo restregó en el rostro arrancando las lágrimas de sus ojos. Inhaló fuerte ensanchando el pecho y luego exhaló con delicadeza.
Se paró frente a la cabina telefónica que se encontraba a un lado de las puertas gigantescas. Hojeó un poco más el directorio, trataba de encontrar otro número que no fuera el que él sabía debía marcar.
-         Pero los viejos estamos solos –pensó.
Richard cerró los ojos. Sentía de nuevo ese olor a fragancia nueva que perduraba en los pechos de Julia, cuando era joven. La recordaba hermosa y rubicunda, con dentadura perfecta, con aquellos ojos verdes, muy grandes y vivos. Su Julia estaba muriendo. No hacía más que recordar el día del diagnóstico. Recordó los días anteriores a la noticia y añoraba aquellos días en los que, aunque no eran unos lujuriosos chiquillos, fueron felices.
Volvió a hojear la lista de contactos y por fin marcó. Colocó con empatía el teléfono en su oreja y una voz adormecida respondió del otro lado.
-         Hija –exclamó-, mamá está muriendo.
Al otro lado de la línea, Juliette quedó pasmada.
-         ¿Dónde estás?
-         En el hospital de siempre. Ven, hija, tu madre te necesita. -respondió Richard con voz temblorosa y pausada.
Richard colgó el teléfono y guardó el directorio en su chamarra café. Se enrolló en ella. Volvió a la sala arrastrando los zapatos, se recostó contra la pared y a su mente volvieron los recuerdos, aquel momento en que Julia y él habían esperado con ansiedad, el deseo ardiente del encuentro de sus labios. Habían colgado sus traseros sobre la azotea de la única casa que los antecedía a su romance, cuando la luz de la luna acariciaba sus rostros y su reflejo acentuaba el brillo de sus ojos al cruzar sus miradas.
Una voz interrumpió el recuerdo. Richard volvió a morir.
-         Papá despierta –dijo Juliette. Richard reaccionó con el ceño fruncido, pero rápidamente buscó a Julia y puso su mano sobre la palma desvanecida. Ella sonreía. Miró a su alrededor y todo se disolvió entre agitados movimientos. Juliette se encogió con una mueca en su rostro.
-         ¿Aún nada?
-         Aún nada –respondió el anciano-, tiene que quemarse el culo para poder ser atendido como se debe en este corral.
Súbitamente, una enfermera se acercó, tomó la camilla de la enferma y la trasladó para ser atendida.
Juliette sonrió, y al hacerlo, Richard recordó la sonrisa coqueta de Julia.
-         Hay que ser fuertes -murmuró Juliette y abrazó a su padre.
El viejo volvió a su sueño. Juliette estaba sentada a su lado. El reloj jugueteaba con la hora, que marchaba al paso de los agonizantes dolores de parto de mujeres en cinta dando a luz, vírgenes perdiendo su inocencia, madres y esposas muriendo y espectros deambulando por salas vacías. Eran las 3:39 am del 3 de mayo. Bajo las bancas atravesadas como cómodas camas para indigentes, acampaban los pacientes de sala de espera y los cercanos a los que los cogía la muerte. Había mujeres con sus niños tiradas afuera como costales de papas, ancianos recostados con su único hombro bueno contra la pared. Un aroma a café sorfeaba por las narices que navegaban con el aire frío que bajaba desde el cielo oscurecido de mayo.
Sus oídos dieron un salto perpetuo. Hacía un momento que había amanecido y la sala de emergencias estalló. Un hombre se retorcía sobre la camilla que se delizó por el pasillo. Richard abrió los ojos. Juliette dormía a su lado y quiso estirar un poco el cuerpo. La camilla avanzó tras la espalda de Richard cuando alcanzó a ver al hombre blanco, joven, bien parecido y que además tenía suficiente como para cargar con un Rolex en su muñeca izquierda. El doctor dio un paso atrás para dejar pasar al hombre con la inminente amputación de medio brazo.
Richard señaló en dirección al doctor
-         Juliette despierta -replicó jaloneando la manta que la cubría.
El hombre se paró frente a ellos, metió su mano en el bolsillo frontal izquierdo de su bata blanca y sacó un lápiz.
-         Estamos listos -anunció Richard, sujetando con fuerza la mano de Juliette. Ella arrugó los ojos.
El hombre se encogió de hombros.
-         Sabíamos que llegaría este día.
Richard inclinó su rostro.
-         Lo lamento -murmuró el doctor.
Richard levantó la mirada. El hombre comprendió sin palabras.
-         Acompáñeme por aquí –dijo el doctor.
Richard lo siguió. Su cuerpo se tambaleaba, sus rodillas forzaban un poco más de aguante entre el tuétano y la coyuntura del hueso. Se pararon frente a una puerta blanca, tenía el corazón del árbol que fue cortado a la vista de todos, como un ombligo desnudo y descubierto al público.
-         Estoy listo, después de todo sólo es un mal día.
El doctor abrió la puerta. Una lágrima fría recorrió el rostro de Richard, mientras Julia estiraba sus mejillas, caminaron lentamente y se postraron a un lado de la cama. Richard tomó su mano y recordó. Ahí estaba, sentada, con ambas piernas cruzadas, su escote coqueto pintado de amarillo. Sonrió. Se sentó junto a ella. Traía un papel. Julia escuchó el rebolotear de las hojas secas de los robles. Richard veía un trazo de papel arrugado entre sus dedos. Hubo cuando, en cada que, Julia giraba su cuello para ver el chico de su lado. Richard trataba de responder devolviendo la mirada que Julia recibía con una sonrisa que botaba al suelo. Richard volvía la vista al papel.
No pudo hablar. Intentó huir mientras Julia, débilmente tomaba su mano. Se aferraron en un abrazo eterno. Volvió a morir.
-         Quédate conmigo.
-         Estaré contigo -respondió Richard, asombrado. Su cordura era un vaivén.
Abrió los ojos. Julia luchaba por no olvidar, era muy difícil. Días antes se burlaba del Parkinson, como perra barata, hoy la estaba jodiendo. Sus temblores eran controlados por Richard que la sujetaba con firmeza. El doctor seguía en la puerta.
-         Por más que lo diga, no estoy listo -besó su mano-, sigo siendo feliz. Me has dado los mejores años de mi vida. ¿Recuerdas aquella canción que a ti te gustaba que te cantará, aunque odio cantar? ¡Puedo hacerlo por ti! –dijo su voz entrecortada.
Julia cerró los ojos.
-         Estoy seguro de que ella lo escucha. Si me necesita, sólo llámeme, estaré en el pasillo -dijo el doctor, quien cerró con delicadeza, la puerta de la habitación.
-         Afuera te espera Juliette –animó Richard-, por fin volvió, ya es toda una mujer, creo que somos abuelos, Julia.
Pero Julia cerró los ojos.
-         Me siguen gustando tus besos. Creo que los extrañaré. Puede que eche de menos tus carcajadas, cuando tomabas café por la mañana. ¡Ah! ¿Y cómo olvidar tus camisas azules, las líneas de tus dedos, tus presentimientos, tus ojos verdes, el vestido amarillo que usabas el día en que nos conocimos? ¡Qué días! Sencillamente no estoy listo para dejarte, te amo demasiado. 
Richard rompió en llanto. Julia abrió los ojos lentamente, una lágrima fría se coló por su mirada.
-         Richard, ¡Quédate conmigo!- Dijo Julia con la voz entrecortada por las llagas en la garganta.
Richard sonrió.
-         Sabía que estabas ahí, cariño. No iré a ninguna parte.
Julia arrastró su cuerpo. Richard se acostó junto a ella y la rodeó con sus brazos, estiró los labios bajo la oreja de ella. La sujetó con firmeza.
-         Nos vamos cuando tú estés lista.
Julia murió a las 5:49 am del 3 de mayo del 2002 después de una larga lucha contra el parkinson. Richard murió el mismo día, a las 5:54 am, cuando su corazón dejó de trabajar. Estaba cansado.
Martí observó la inscripción de la lapida.
-         ¿Murió el mismo día? -preguntó el chico.
-         Supongo que no hubiera soportado seguir sin ella. ¿Sabes?, ellos eran especiales. -comenté-. Ambos crecieron en el orfanato fuera de la ciudad. Se dice que los padres de Richard murieron en un accidente aéreo, en cambio, Julia había sido encontrada en un canasto por una aldeana y había sido llevada hasta el orfanato. Su amor no fue una simple pasión alocada. Ellos se amaron con toda el alma. Murieron amándose. Cada mañana veían salir a Richard cargando en sus brazos a Julia. Ella le repetía lo mismo todos los días.
-         Quédate conmigo.  -Y vaya que cumplieron.
-         Hace frio aquí, ¿no lo crees? –comentó Martí
-         Un poco. –lo observé con detenimiento- ¿familia?
-         No. –Martí agachó la mirada, Se detuvo. Una lagrima fría se coló por su mirada-  ella era aun mas importante- se secó el llanto raspando las palmas de sus manos en la cara. –es una larga historia-
-         Esas son las mejores- respondí



Fin.

viernes, 6 de noviembre de 2015

A tí

Es dificil soportar mi mente. Llevo 17 años perdiendo, bueno desde que comencé a tener conciencia de donde carajos estaba parado. Y más dificil aún a sido luchar con las mentes agenas. Mi mente planea y diseña todos los días proyectos que definirán mi vida. Piensa en ilustraciones para que entienda bien lo q pretende y en secreto se que habla con mi corazón.

Como séa, esos dos me han hecho cargar contigo. Espero nunca leas esto. Y es casí imposible q sepas q hablo de tí, por eso lo hago. Esos dos tarados se enamoraron de tí. No lo pudieron evitar. Eres un buen recuerdo q complementa mis días de soledad. Eres un misterio que me fascina revelar con el tiempo.

Esos dos, me atormentan enumerando la siguiente liata de cosas q no podré hacer nunca.
1. No podré decirte nunca que te amo, que eres inmensamente extraordinaria, proporcionalmente hermosa en relación con la longitud de tiempo desde nuestra existencia como planeta hasta la profundidad en la eternidad del tiempo. Que me derrite escuchar tu voz sollozando en el aire. Tu sonrisa, tus ojos como pequeños botoncitos brillantes. Tu yo, tan humano y a la vez santificado. Y me quedaré guardando el dolor en mi pecho con mi corazón trabajando como si hubiera consumido cafeína y por último inhalado cocaina colombiana.
2. Nunca podré tomarte de la mano.
3.Nunca podré sentir tus labios, compartir tu aliento con las llamas ardiendo en mi cuerpo.
4. Nunca podré sentarme por horas a escuchar tus sentimientos.
5. Nunca podré tener un mensaje de tí extrañandome, dandome tu informe del día y deseosa por escuchar mi voz esperar el mío.
6. Nunca podré comprarte una rosa. Y dartela cuando menos lo esperes.
7. Nunca podré forjar algo de visa a tu lado.
8. Nunca podré dedicarme a quererte y demostrartelo a diario.

Y la verdad me abruma recordar las imposibilidades de mi relación inadecuada que se enamoró de tí conmigo. Pero puedo sonreir al pensar tu nombre sin que nadie sepa. Puedo imaginar q soy capaz de llenar el lugar de quien esperas sea quien inventaste en tu mente, tal como yo te inventé perfecta. Mi error está en no haber pensado lo que haría cuando te encontrara.

miércoles, 28 de octubre de 2015

EL OBELISCO

EL OBELISCO

Las campanas golpeaban con gran estruendo en la torre de la catedral, el sol sacudía la nubosidad del cielo que volvía a pintarse de azul con escarcha esparcida como algodón deshecho. La estaba esperando afuera de la iglesia, nunca fui lo suficientemente devoto como para tener el valor de convertirme en uno de sus clérigos, y si no fuera por ella ni siquiera creería en Dios. Vestía un pantalón negro, con mi cinturón sosteniéndolo y una camisa blanca con las mangas enrolladas hacía adentro.
Al tercer campaneo la vi venir dando pequeños saltitos sobre sus tacones blancos, su hermoso vestido amarillo embobado alrededor de las rodillas, con guantes también blancos, una cadena de perlas en su cuello, sus labios pintados de escarlata y una boina de croché <<que le di justo después de volverme locamente enamorado de ella>>
-Te vestiste como para tomar el té con la reina- Exclamé <<Tenía una sonrisa dibujada en mi cara>>
-¿Tal mal me veo?- Respondió extendiendo su mano para que la besara, hizo una reverencia con sus rodillas-
Sujeté su mano y la jalé. Nos fuimos atrás de la catedral del parque central. Ahí estaba estacionado Miguel. Al vernos corretearnos hizo a un lado el periódico y saltó fuera del coche. Abrió la puerta para que Charlotte y yo entráramos.
-Su Padre los está esperando señor- Dijo Miguel mientras movía el coche por la calle frente al café de Paris.
-Tenemos que venir a ahí- Murmuró Charlotte
Pasamos frente al nuevo congreso, y bajamos hasta la Isla. Miguel siguió subiendo entre polvo y el ruido de martillos y serruchos y piedras picándose.
-Su padre está haciendo cosas grandes- Exclamó Miguel-
Bueno- Me encogí de  hombros- eso dicen todos.
Charlotte y yo bajamos del coche, el... con traje Gris y corbata, sosteniendo una pipa en su mano a punto de encender abrió sus brazos.
-Charlotte, hija mía ven y dame un buen abrazo- Exclamó Papá-
Charlotte me observó. Asentí con la cabeza. Sonrió, caminó hasta donde el y cayó en sus brazos.
-Al fin te conozco, Guillermo te tenía muy bien escondida, aunque de mí nada se escapa querida, no se te olvide- Papá sonrió- 
-es un placer conocerlo General Carías- exclamó Charlotte
-el placer es mío hermosa jovencita- Respondió
-¡¡Papá!!- Irrumpí molesto
-Vamos Guillermo, tu madre está esperándonos-
Así que nos fuimos. Ya estaba aburrido de que hablara todo el tiempo del estadio y todo lo que planeaba hacer. Tenía una pregunta que seguía dejándome sin sueño a demás de Charlotte.
Llegamos a Casa. En la entrada vivían de pie dos soldados día y noche custodiándonos las espaldas. Papá tenía algunos asuntos sin concluir y a lo que yo consideraba una completa ironía, el lo venía como la voluntad de Dios. Antes de que yo naciera, papá ya luchaba en contra de los regímenes dictadores del país. Luchó al lado de grandes soldados y participó en las tres guerras civiles que habíamos sufrido en los últimos años en el país. Miles de veces repetía que nosotros éramos los elegidos para mantener el orden en la nación y tenía que asegurarse de eso. Tanto así que llevaba ya 12 ocho años desde que había subido al poder y no parecía querer bajar. Pero eso me importaba un comino.
Mamá abrazó a Charlotte, le dio un beso en la mejilla y nos sentamos en la mesa para comer todos juntos. Papá hablaba de lo emocionado que estaba del estadio que estaba construyendo, Mamá de sus reuniones con otras señoras importantes de Tegucigalpa. Y yo, yo no decía nada. Charlotte estaba tratando de entender mi mundo.
Luego, nos retiramos de la mesa, Papá se encerró en su oficina a leer, Mamá subió a su cuarto con su canasto para costurar y Charlotte y yo salimos al jardín.
Mamá había plantado hermosas rosas, y margaritas y girasoles en el jardín. Siempre había abejas, o mariposas revoloteando sobre las flores y de vez en cuanto uno que otro colibrí sacudiendo sus alas frenéticamente. Nos sentamos sobre el césped recién cortado. Charlotte recostó su cabeza sobre mi pecho.
-¿Debes estar orgulloso de el verdad?- Dijo Charlotte
-Cuando era niño, el y yo salimos de paseo. Fuimos al lago de yojoa, caminamos por la orilla. Me dijo muchas cosas. Dijo que recordaba hacer eso con su padre, que era un momento especial, dijo que me amaba mucho, a mamá. Luego se sentó sobre una roca y yo a su lado.
Me vio fijamente -Hijo, este mundo oculta muchos secretos... estamos llenos de secretos y mentiras- desde luego yo no entendí una sola palabra de todo lo que me dijo después y lo olvidé con el paso de los años.
Charlotte apuntó con sus ojos. -¿Que fue lo que te dijo?-
Guardé silencio. Tomé mi tiempo para pensar mejor cada palabra. La luna brillaba en el cielo y se veía hermosa, en medio de las constelaciones esparcidas sobre las nubes de la noche.
-Mi padre tenía malos sueños-
-todos lo tienen- respondió Charlotte con voz dulce
-No entiendes, desde que cumplió 12 empezó a tener toda clase de sueños absolutamente aterradores. <<les juro que no son normales>> -Charlotte se sentó frente a mí- primero fue uno cada semana, después dos por semana y terminó teniendo estos sueños aún sin dormir
Vamos muchachos, es hora de dormir -irrumpió mi Papá desde la puerta-
Entramos, la casa era de dos plantas, con unas largas escaleras y un extenso corredor separando cada cuarto. La madera del suelo rechinaba con los pasos. Ambos nos fuimos a dormir. Charlotte entró en el cuarto de huésped y yo a mí habitación. Cerré la puerta y entré en el baño. Encendí una vela y llené la tina con agua tibia. Busqué en mis gavetas, tomé una caja de cigarrillos, me metí en el agua y encendí uno. Trataba de no cerrar los ojos.
Me levanté y caminé por la 2da avenida de Comayagüela sin detenerme, tenía mi pijama puesta. La luna y las estrellas se secaron y se apagaron paulatinamente. Seguí caminando. Llegué al obelisco. Volví a ver el cielo y las estrellas cayeron alrededor de mí. La luna se encendió más que ella misma y se tragó el sol. Una voz sobre mi hombro sopló algo con su boca pero no podía escuchar lo que susurraba. De pronto los arboles murmuraban lo mismo, pero no podía entenderlos. El rio produjo un gran estruendo y de pronto se vino sobre mí una enorme ola de agua y me sepultó abajo de ella.
Desperté dentro de la tina, me estaba ahogando. Salté sacudiendo mi cabeza fuera del agua, restregué mis manos sobre mi cara y decidí salir del agua. Me repetía mil veces en mi cabeza que solo había sido un sueño. Traté de ignorarlo y me fui a la cama.
Me recosté viendo fijamente el techo de mi cuarto. Era oscuro por la fala de luz. Al lado derecho de mí se colaba una ráfaga de viento que se renovaba con las corrientes de aire afuera en la madrugada. Sentía que mis ojos iban a caer como dos canicas, mis parpados como costales de arena espesa y mojada. La cobija sobre el colchón estaba fría. Con todo aunque quería dormir no me atrevía a permitirlo. No quería soñar. No quería entender mis sueños y ni siquiera estaba seguro si ellos podían ser entendidos.
Cerré los ojos y los apreté con fuerza, supliqué me dejaran dormir unas cuantas horas o me volvería loco.
Jalé la cobija y me enrollé en ella hasta el hombro. Me quedé dormido.
-Papá, ¿Qué tienes?- Exclamé
Tenía una botella de tatascan en la mano. Su camisa medio abotonada y la barba de una semana. Su cabello estaba todavía mas lleno de canas. Prácticamente tirado sobre su silla de madera con el fino acabado. Quería ver más. Me paré de puntillas frente la puerta de su oficina, traté de mantener la vista a través del cristal. Y me estaba haciendo más pequeño, me encogía. Papá abrió la puerta, tenía su cinturón en la mano. Se paró frente a mí.
-Guillermo, te dije que no me molestes cuando estoy ocupado- Exclamó
Pensé lo que le contestaría. Pero no podía hablar por culpa del miedo. Papá levantó el cinturón y lo estiró, hizo una curva con su brazo y lo dejó ir sobre mí. El cinturón me estremeció. Cuando me golpeó me deshice en polvo. Quedé apilado en un cuarto oscuro. Todo negro a mí alrededor. Volví a formarme en el niño de 7 años. La pintura negra de las paredes comenzó a despellejarse hasta caer toda sobre el suelo. Ahora era un vacío blanco. Sin nada ni nadie. Se me ocurrió caminar en línea recta. Sentí como pasaban las horas que se volvieron días y luego años hasta que volví a crecer. No dormía, no comía y no tenía la necesidad de parar a descansar. Arrastraba los pies con cada paso que daba, con la cabeza abajo, viendo mis zapatos sucios. Con los cordones desamarrados, El acetato de las puntas deshecho. Escuché risas atrás de mí.
-"Guillermo"- exclamaron
Giré a mi espalda y me vi otra vez de siete. Sentado en el suelo con las piernas cruzadas y con los codos sobre las rodillas que a su vez sostenían su barbilla que técnicamente era mi barbilla.
-No tengas miedo, soy tú- dijo- sonreí
-¿Porque me sigues?- Respondí
Guillermito se paró. -La vida está llena de secretos, y supongo que si se revelarán a cualquiera, el mundo se volvería loco. ¿Recuerdas esas palabras?- preguntó
-Papá- respondí- . Me agaché, amarré los cordones.   -Tengo que irme- exclamé arrodillado frente a el yo de siete.
-Cuidado con la puerta- Respondió
Me paré, di la vuelta y todo era blanco. Di unos cuantos pasos -¿Qué puerta?- pensé. Parpadeé y al volver a abrir los ojos mi nariz golpeó contra una puerta verde. Caí sobre mi trasero y dolió. Mi nariz comenzó a sangrar. No podía detener la hemorragia y tampoco podía quedarme ahí. Así que me puse de pie y abrí esa puerta verde y entré en ella.
Comencé a caer en un vacío oscuro. Mi estomago sentía que estaba cayendo pero no encontraba el fondo. Agitaba mis brazos y piernas desenfrenadamente y solté un grito tratando que alguien me escuchara. Era un vacío y estaba solo en el.
El tiempo se detuvo y mis brazos y piernas comenzaron a doler hasta el punto que ya no las pude mover. Cerré los ojos con fuerza y cuando los abrí estaba apretado. Con una soga alrededor de mí. Metido en un hoyo cavado en tierra mojada. Podía ver las estrellas brillando. El aire era pesado y me costaba retenerlo. Podía ver los gusanos entrar y salir en las paredes de tierra a mis lados. Quise gritar, mis labios los habían cocido con hilo, no sentía la lengua y ni siquiera recordaba cómo hacerlo. Vi una pala a un lado del agujero.  Un hombre la sostenía, no alcanzaba a ver quién era. Se agachó y comenzó a arrojar arena sobre mí hasta terminar sepultado. Cada palada dolía más que la otra.  El hombre terminó su labor y me dejó enterrado. Aún respiraba. Estaba empapado en sudor. Cerré los ojos con fuerza tratando de aparecer en otro lugar pero fue imposible. En ese momento pensé en lo mucho que quería a mi padre y cuanto amaba a mi madre, pensé en Charlotte y me despedí de ellos en mi funeral que celebré en mi mente. Callé mi mente y me quedé ahí sin nada más que hacer, solo aceptar que moriría. El aire se hizo cada vez más escaso. Me ahogaba en cada inhalar y exhalar…
Charlotte sacudió mi hombro y desperté de mi sueño.
-mírate como estás- exclamó- saltó sobre mí por el otro lado de la habitación y fue corriendo al baño, mojó un paño y me lo restregó en la frente.
-parecía que te estabas muriendo-
Recosté mi espalda contra el respaldar de la cama –y yo sentía que estaba muriendo- respondí.     – ¿qué hora es?-
-hora de despertar- respondió Charlotte- hay mucho que hacer
Sonreí. Me dio un beso y salió enrollada en su bata para dormir.
Corrí buscando a papá. Bajé las escaleras y lo encontré sentado en su silla de madera con su acabado favorito, lo vi atreves de el cristal de la puerta, cerré el puño y llamé a la puerta.
Papá respondió desde adentro.  –Hijo, pasa-
Entré con la pregunta tajante -¿hay algo que debería saber?, ¿cargamos con el peso de algún secreto papá?
Su piel se decoloró y las canas le subieron a la cabeza. –Siéntate- exclamó.
Se puso de pie, fue por un vaso y vertió tequila en el. Se acercó a la puerta, la cero con el cuidado de no llamar la atención y comenzó a hablar.
-cuando tenía tu edad, sufrí de ciertos problemas que según expertos eran asociados con demencia y insuficiencia para poder controlar la capacidad del poder imaginativo… -guardó silencio- mi papá dijo que me había golpeado muy duro la cabeza cuando era niño.
-tenias sueños verdad- comenté
-toda clase de sueños- respondió- y en la mayoría yo moría, primero era uno por semana, después dos, tres y por último se hicieron tan constantes que dormir era una tortura más que un placer y una necesidad. El último sueño que tuve se repetía todas las noches y me estaba volviendo loco. Le suplicaba a Dios me perdonara mis pecados pero nunca respondió. Intenté comunicarme con el Demonio pero al final tuve miedo y me arrepentí. El mismo sueño me explicó su origen y fue cuando entendí todo.
Mi corazón comenzó la latir tan fuerte que dolía y hasta parecía que iba a reventar de mi pecho.
-¿dejaste de dormir?
-solo dejé de soñar, pero ahora no puedo dormir desde ese último sueño y cada vez que pienso en eso, se me quita el sueño pero sé que lo que estoy haciendo es lo mejor. Así ha sido mi vida estos últimos 47 años- se recostó a un lado de mi oreja derecha- ¿quieres esperar a ese último sueño, o te ahorraras tiempo?...
El general se fue a cumplir su labor como presidente, supervisar la construcción del estadio y firmar papeles importantes, rechazar las llamadas del canciller de los estados unidos y dar más ordenes a las fuerzas armadas.
Me quedé tirado en mi cama el resto de la mañana pensando en lo que papá me había dicho. Salí por la tarde al café de parís con Charlotte, luego entramos a la función de las 4:30 en el teatro Variedades, vimos Frankenstein y volvimos para la cena. Charlotte habló de sus planes para la boda y de cuantos bebes nos permitiríamos tener. Luego todos nos fuimos para nuestras habitaciones y la mayoría menos papá y yo dormíamos. El estaba metido en su oficina. Encendí una candela y bajé sin hacer el mayor escándalo posible, la madera del suelo rechinaba con mis pasos. Pasé frente al vidrio en la puerta de la oficina de papá. El sabía que no podría soportar. Salí de la casa y caminé al jardín trasero. Atrás de los girasoles dormidos saqué un saco que yo mismo había escondido horas antes, me lo colgué del hombro, me subí en la bicicleta vieja que me habían regalado mis padres por mi decimo séptimo cumpleaños y salí a la calle sola y oscura de la madrugada.
Me dolían los muslos por pedalear con tanta fuerza, iba lo más rápido que podía, casi me estrello con un perro que se me cruzó en el camino. Pero al fin había llegado. Abrí el saco y saqué una pala. Comencé a cavar y cavar, tierra y más tierra. Lo hacía lo más rápido que podía. Mi camisa estaba empapada de sudor, mi cabello despeinado y mis uñas llegas de tierra negra y húmeda. Cavé un hueco de unos cuatro metros de profundidad. Encontré una capsula plata. Era pequeña, como un pequeño cofre que podía sostener con ambas manos. Subí al parque, el obelisco estaba pendiendo en la orilla del hoyo que había cavado, en el punto de no venirse abajo pero tampoco poder asegurar si se mantendría de pie.
Busqué en mis bolsillos una pequeña llave que papá me había entregado, la metí en el orificio de la capsula y luego la giré y esta se abrió. Mi corazón se detuvo. Todo a mí alrededor se volvió oscuro como en las tinieblas. En su interior la capsula guardaba una hoja de papel enrollada como pergamino. La saqué y puse a un lado la capsula. Extendí la hoja y comencé a leer.
Cuando cumplí 11 comencé a tener sueños espantosos de vez en cuando, pero no le tomé importancia. Al pasar los años mi problema se fue agravando hasta el punto que no podía soportar dormir. Mis padres y mis amigos me tildaron de loco. Y creo que me estaba volviendo loco. Una noche, tenía un fuerte dolor de cabeza, no quería permitirme siquiera cabecear pero terminé durmiéndome. Ahí fue cuando mis sueños fueron explicados. Después de eso, no eh podido dormir pensando en todo lo que vi así que decidí escribirlo y enterrarlo bajo tierra para sacarlo de mi mente y no atormentar a alguien más. Espero funcione.
Aparecí en un lugar detestable, mi piel se erizaba. Caminé por las calles que juraba conocía de toda una vida pero se veían diferentes. Las personas que caminaban por esas calles eran diferentes. En muchas de ellas pude ver odio, egoísmo, ambición y miedo. Corrían en lugar de caminar. Quise buscar mi casa, y mientras caminaba noté que dos hombres caminaban muy cerca de mí. Parecía que me estaban siguiendo. Giré en dirección a la iglesia los dolores. Aquellos dos hombres apresuraron el paso y me sujetaron de los hombros. Tenía miedo. Dijeron algo pero no podía escuchar lo que me pedían, se desesperaron. Uno de ellos sacó un puñal y lo vio fijamente, levantó la mirada y la cruzó con el segundo hombre. El segundo hombre hizo lo mismo. Y juntos me sujetaron con una mano de los hombros, se balancearon y clavaron sus cuchillos en mi cadera. Lo sacaron, sonrieron y repitieron varias veces. Gritaba por ayuda. Unos corrían, otros se quedaban parados viendo, muertos en carcajadas. Dos policías se acercaron. Uno de ellos preguntó algo, yo no pude escuchar, el primer hombre sacó un billete de su bolsa y se lo entregó a los policías, ellos siguieron su camino y fingieron que no habían visto nada. Me arrojaron encima de una pila de bolsas. El olor era pésimo. Intenté levantarme, dolía mucho, con gran esfuerzo me sujeté sobre una bolsa frente a mí y la rompí. Cuando vi que era un cuerpo despedazado mi corazón se detuvo. Vomité del asco. Tuve que arrastrarme. No llegué más allá de dos esquinas. Un hombre se tropezó con mi cuerpo moribundo y dejó caer su periódico a un lado mío. Se levantó, se sacudió y se fue como si nada. Pude leer su portada y sentí aun más miedo. Era horrible ese lugar donde estaba, corrupción de políticos de esos que tanto odiaba, pobreza extrema, desigualdad, violencia. Trataba de entender a esas personas que seguían caminando como si nada. Aceptando que les habían robado todo su dinero, aceptando a esos mismos hombres arriba, aceptando el cumplimiento de las señales del día del juicio y simplemente siguiendo la vida así como así, sin cambiar nada, sin hacer nada. Intenté ponerme de pie pero me fue imposible… esta vez moriría en un mundo tan despiadado. Cerré los ojos con fuerza y supliqué no estar ahí. Desperté en mi habitación y había entendido todo.
Metí el papel en la capsula y la cerré. Me di la vuelta para recoger la pala y volver a enterrar la capsula. Me temblaban las manos. Cuando giré el agujero frente al obelisco había desaparecido tal como si nadie nunca hubiera cavado. Como pude regresé a casa y me paré frente a la puerta de papá. Las lágrimas se escurrían por mis mejillas. Papá abrió la puerta y me amarró con un abrazo.
-hijo mío, es nuestro futuro. Entendí eso el día que llegué al poder y comencé a hacer lo mismo que todos.
-pero nosotros tenemos la oportunidad de cambiarlo- respondí alarmado- hay que decirles a todos.
Papá agachó la mirada. –Solo no podemos- respondió  -solo hay que seguir haciendo las mismas cosas y aceptarlo como todos los demás que estaban ahí. No podemos nosotros solos y a nadie más le interesa, nadie más que tu y yo lo sabemos- finalizó
La sangre se quedó estancada en el mismo punto de mis venas por el resto de mi vida. Después de eso ya no tuve más sueños, pero no quería dormir pensando en ese futuro que simplemente se había resignado a esperar.


Fin.                                                                        Fabricio Zepeda

martes, 1 de septiembre de 2015

En Busca De La Felicidad

¿Por donde empezar? No hay nada personal con nadie, si alguna historia les parece parecida es pura coincidencia. Ahhh si, la idea la saqué de Ask Me Anything de mi amadisíma Britt Robertson.

A ver, un tema serio, la vida... alguna vez han dedicado tiempo a pensar en que es esta vida?... bueno, yo amo los mundos paralelos en los que escapo a una realidad sacada de las novelas  en las que hermosas personas se enamoran y tienen una vida hermosa llena de aventuras hermosas <<Palabras de Hazel>> y despierto cada mañana imaginando como sería ese pequeño golpe de suerte y me aferro a ello, tanto que creo que mi felicidad depende de hasta que grado obtenga lo que quiero. Eso me hizo pensar en que tan felices son las personas. ¿Como sabes si eres feliz?, ¿solo lo sientes? Por ejemplo: los que "hemos tenido acceso a la educación" nos dijeron que nos ayudaría a asegurar nuestro futuro. Crecemos llevando un estilo de vida, creo yo, monótono. Creemos que seremos felices luego de tener n buen título, un buen empleo, una hermosa chica, un hermoso matrimonio, un auto, una casa, niños. Y hasta no tener ese no seremos felices.
Pero eso no es garantía de felicidad. Me enamoré, ella se que es especial y puede ser que sea más de lo que merezco pero no era lo que estoy esperando. Utilicé varias paginas rotas para escribirle versos, lloré, ella lloró, pero mi felicidad no dependía de ella sino de lo que yo esperaba. Fue un día después de verla irse que me dí cuenta que estaba ignorando algo importante. Comencé a observar de nuevo el comportamiento humano y encontré varios patrones de comportamiento. Cada objetivo, meta y actividad llevada a cabo es con un proposito. Todo lo que hacemos tiene su porque. Unos hacen deportes y se vuelven ricos y famosos, otros cantan, otros escriben, otros llevan vidas rutinarías, otros profesan alguna religión <<y no digo que esté mal>> con el proposito de llenar un hueco. Y todos nacemos con ese huec en el pecho, es un vacío acuoso. De eso si depende la felicidad. Involuntaríamente tratamos de llenar algo que no tenemos ni idea que existe.
Los zapatos tienen sus propias tallas, no vayas a intentar comprar un par de zapatos 39 sabiendo que tienes numero 41. Nunca van a entrar, a menos que hagas cinco agujeros enel zapato para tus dedos. Pero no es igual. Ese vacío es más grande que las cosas con la que fingimos llenarlo. Fué ahí cuando caí en un gran bache de depresión. Y mi reflexión se fué al carajo. Y no entendía nada. Despertaba sin fuerzas y con un desorden en mi cabeza. La visa había perdido sentido. Había intentado todo para llenar ese vacío y esté seguía ahí. Intenté alejarme de todo y todos tratando de esclarecer mi tormento y lo logré. Me dí cuenta que no amaba a la chica de la que hablé al inicio, solo fingí que la amaba porque me parecía la idea de estar cumpiendo mi sueño de vivir mi propia aventura de amor. Ese era y sigue siendo mi formula para darme la felicidad pero no depende de eso.
En cada intento por ser feliz dediqué largas horas de pensamiento y planeé como sería esa realidad si se cumplierá, y eso me empujaba a llegar ahí. ¿Cuál es el proceso de un corredor olímpico? Dedica largas horas de su tiempo a entrenar y enfocarse en la meta y el premio final. Requiere mucho esfuerzo y valentía ser el mejor. Y cuando llena el gran día, el corredor rebienta de emoción. Y corre por la pista sabiendo que su vida depende de eso. Y logra llenar a la meta y ganar una copa vacía. ¿porqué lo hacen?...
Ese acto les da sentido a sus vidas. La cuestión no es llenar a la meta sino lo que haces por llegar a la meta, no celebran que ganaron, sino que fueron los mejores para llegar a la meta. Me dí cuenta que la felicidad en la vida no depende llegar a la meta, sino en el camino que corriste para llegar ahí. El final no es suficiente y nunca podrá llenar el vacío. Lo que lo llena es ese sentido y esperanza que le da tener la mente enfocada en logros y metas por alcanzar. Eso le da sentido. Y da ganas de quedarse.
En resumidas cuentas, seguiré buscando esa aventura hermosa y esa chica que revuelva mi mundo, pero en el proceso ya soy feliz por quien soy y por quien sé que puedo llegar a ser, quien quiero, y quien puedo ser.
Es parte de lo que pensé en el Tiempo Dormido y espero estar por acá cada semana.
Espero sus comentarios. Gracias por tomarse el tiempo de leer el post de esté blogger amateur. Espero ir mejorando con el tiempo.